Un oso trisco, como aburrido, mira cómo se instalan estractores de petróleo en su hábitad natural, la antártida.
Gestualmente el rostro y la actitud del oso polar da a pensar que se siente excluído, ¿cómo excluído? si, en el pedacito de hielo que aún queda -y que pronto se derretirá-, no le queda más que encogerse para no caer y excluírse del capitalismo y del abuso de la naturaleza, de lo que ha sido gran protagonista el hombre. De espaldas muestra desconformidad; con su pata sosteniendo su cabeza nos invita a suponer que está como aburrido de que su vida haya tomado ese rumbo.
Muy grande en el fondo el hombre abre sus brazos, ampliando cada vez más sus dominios y con su mirada puesta en el horizonte cuyo símbolo de dólares parece brillar incluso más que el sol. Dispuesto e incluso trabajando desde ya, muy feliz y lleno de algría, como viendo prosperidad en su nuevo sitio de explotación.
¿Qué nos falta explotar de la naturaleza? Quizá más adentro y al fondo de todas las placas tectónicas se esconda un elemento aún más valioso que el oro, no descansaremos -me incluyo porque me refiero a la especie, no porque esté de acuerdo- hasta encontrarlo, talvez nunca aparezca pero jamás se detendrá la busqueda.
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